Mayores y Coronavirus

Firma Invitada
Dpto. Comunicación SECOT

Hemos escuchado hasta la saciedad que los mayores son grupo de riesgo ante el coronavirus. ¿Pero qué mayores? Aunque solo utilizáramos un criterio de años cumplidos (que ya no nos vale como único indicador), ¿a partir de qué cifra se puede considerar a una persona como mayor?; ¿los 65, los 70, los 75, los 80? Ahora que se va a iniciar el desconfinamiento de las personas de más edad, surge de nuevo el viejo problema de definir esadísticamente la vejez y el no menos importante de la discriminación por la edad.
Es preciso admitir que, en efecto, los "mayores", con carácter general, tienen riesgos más fuertes que los jóvenes para contraer la enfermedad. Y que, por ello, la desescalada debe realizarse con especiales precauciones. Pero no convirtamos la pandemia en una nueva manifestación de edadismo, ya que muchas personas de 65, 70 o incluso 75 tienen niveles de salud excelentes y siguen trabajando con eficacia.
Y si convenimos que la denominación de "mayores" es demasiado amplia y poco precisa, cabe preguntarse ¿Dónde encontramos los grupos de edad con niveles de riesgo más altos? Pues en personas que reúnen estas tres características. Primero, en mayores con más de 80 años que suponen hasta la fecha el 60% de las defunciones. Segundo, en ciudadanos que al fallecer tenían una o más dolencias crónicas (particularmente, enfermedades cardiovasculares o diabetes), que representan el 95,5% de los fallecidos. Tercero, en hombres o mujeres (más varones que hembras) que viven en una residencia y que suponen según algunos cálculos más de la mitad de los óbitos. Ni siquiera a ellos que están en el atardecer de la vida se les debe discriminar y condenar al aislamiento. Con las exigencias especiales que resulten necesarias se les debe permitir salir porque para quienes puedan hacerlo será conveniente para su salud física y mental. Y con las precauciones igualmente debidas, no se establezcan especiales condiciones discriminatorias para esos otros mayores más jóvenes y con estados de salud razonables, aunque superen esa mítica edad de los 65 años que muchos convierten, erróneamente, en pórtico de la vejez.
 
Rafael Puyol Antolín.
Presidente de Honor de SECOT y de UNIR
Artículo publicado en ABC