Voy para los 70

NUESTROS SENIORS
Dpto. Comunicación SECOT

Voy para los 70. Recuerdo cuando era joven que decía: “un hombre a los 70 es un viejo con pocas expectativas y menos ganas de hacer algo”.

Qué error más grande. Ahora que estoy llegando a esta edad me doy cuenta de que necesito hacer algo, necesito mantenerme en contacto con la vida, necesito reunirme con gente, necesito hablar, necesito pensar, necesito actuar, en definitiva, necesito vivir.

Cuando me jubilé, estuve un par de meses dando vueltas a ver qué podía hacer, mantuve contactos con varias organizaciones pero mi formación me tiraba hacia actividades de relación, de gestión, de asumir riesgos, de actuaciones y toma de decisiones, pensadas pero rápidas.

Afortunadamente, tuve la suerte, pasados esos dos meses, de contactar con SECOT, una organización integrada por jubilados que, a través de asesorías, consultorías y formación, ayudan  a los que comienzan a introducirse en los mercados laborales, con diferentes acciones, todas ellas orientadas a que los emprendedores puedan llegar a un momento en el cual, con nuestras orientaciones y su esfuerzo y dedicación, logren mantenerse en activo, llevar  a la práctica sus ideas, poner en marcha una empresa, una actividad, incluso, en algunos casos, revisar qué estaba fallando en la empresa que tenían y qué les estaba preocupando. Llevo varios años dedicándole varios días a la semana -sin obligaciones-, a cumplir sus compromisos, lo que me produce la satisfacción y me motiva para seguir en SECOT.

SECOT, como Asociación sin Ánimo de Lucro y declarada de Utilidad Pública, nos permite hacer un traslado de nuestros conocimientos,  nuestras vivencias, nuestras anécdotas, nuestra evolución y, sobre todo, de nuestras experiencias a lo largo de muchos años dedicados al mundo del trabajo.    

He de reconocer que, no solo conseguimos ayudar a los demás, esos emprendedores que se lanzan a una aventura que muchas veces hay que enseñarles que no es ese el camino, que han de realizar ajustes, que han  de buscar compañeros de viaje, que han de pensar en la financiación, que han de analizar los procesos, y tantas otras cosas, pero que siempre, nos escuchan, nos comentan, nos discuten, nos obligan a esforzarnos en hacer inteligibles algunos aspectos que, para muchos, son nuevos, son desconocidos, lo que les hace pensar y volver a pensar en sus planteamientos iniciales. Estas últimas palabras, muchas veces, son difíciles de explicar: para ellos  “pensar”, en muchas ocasiones, supone una demora en la puesta en práctica de sus ideas y cuesta hacerles ver que siempre es mejor pensar y volver a pensar que equivocarse y volver a empezar.

Pero decía que no solo conseguimos ayudar a los demás: nosotros mismos adquirimos unas vivencias que nos mantienen activos, que nos mantienen vivos, que nos hacen pensar, que, en definitiva, nos recuerdan que todavía estamos aquí y que, aunque sea por poco tiempo, hay que aprovechar, hay que dejar algo porque, la conclusión que he llegado es que, si pudiéramos juntar las experiencias, vivencias, conocimientos y dominios (palabra que no tiene nada que ver con la actual acepción tan utilizada de Internet) que juntamos entre todos, el mundo sería mucho mejor, más asequible, más coherente, más lógico  y, especialmente, más humano.

Estas reflexiones me las permito hacer cuando regreso de mi “veraneo” con lo que me queda de la familia, mis hijas y mis nietos, y con la intención de motivaros a todos los que estáis en edades que superan los 60 o que estáis prejubilados que el mundo no se ha terminado con la jubilación, que podéis, y debéis, hacer algo por los demás, que, en este caso, es muy sencillo, cómodo y barato y además os beneficia a vosotros mismos.