Sed felices

MUNDO SENIOR
Dpto. Comunicación SECOT

 Es la consigna y el mandato que nuestro apreciado presidente D. Federico Pellicer, nos encomienda y recuerda como primer requisito a desarrollar en nuestra actividad Secotista y en todas las facetas de nuestra vida.

En el devenir de nuestro tiempo estamos absortos por las circunstancias de oscuridad que nos rodean con la falta de ilusión, esperanza y valores, junto con la situación política y financiera, pero si abrimos los ojos del corazón, es mucho más importante lo bueno que hay dentro y fuera de nosotros aunque no lo percibamos a simple vista.

En cierta ocasión, un periodista le hizo una pregunta en televisión al gran actor de teatro Alfonso del Real: “D. Alfonso, usted que tanto hace reír a la gente, ¿qué detesta de las personas?, respondió el actor: LA INGRATITUD“. Confieso que me impactó la respuesta, pues es lo único serio que un servidor había escuchado de este personaje tan carismático, simpático y elocuente por su profesión.

Todos los seres humanos anhelamos la felicidad, quizá con nuestra ingratitud se nos han olvidado todas las experiencias hermosas vividas que pasamos en nuestra adolescencia y juventud, con nuestras trastadas y fechorías junto con todos los recuerdos gratificantes que hemos tenido, con nuestros seres queridos y amigos, a lo largo de nuestra existencia.

A esta palabra mágica, se le han dedicado toneladas de páginas, versos y poemas, así como la bella melodía que nos deleitaron en su época Romina y Al Bano con su canción “FELICIDAD“, despertando nuestros sentidos con su letra: “ESTA ES NUESTRA CANCIÓN QUE LLEVA EN EL AIRE UN MENSAJE DE AMOR“.

La felicidad nunca es constante, viene y se va como la salud o como la nube que se asoma enfrentándose al Sol, que con su grandiosidad y esplendor brilla en todo el universo con sus tiempos de luz y de sombra.

Feliz es aquel que en su corazón anidan sentimientos placenteros, recuerdos gratos y actitudes nobles, que vamos asimilando con el paso de los años como los mejores vinos que no se rancian.

En nuestra madurez, siguen viniendo destellos y sombras que alimentan esa felicidad que nos regala la vida.