El papel de los premios en el desarrollo de la sociedad

CARTA DEL EDITOR
Dpto. Comunicación SECOT

Hace alrededor de dos años recogíamos en estas páginas la concesión al sacerdote polaco, Michael Heller, del Premio Templeton -el premio con mayor dotación económica del mundo- por sus contribuciones al conocimiento del origen y las causas del universo. Este artículo parece que provocó la curiosidad de al menos un socio de Secot que hace unos días me pidió que completase la información sobre dichos premios que otorga anualmente la fundación creada por Sir John Templeton, uno de los más importantes financieros de Wall Street del Siglo XX. El socio de Secot que provocó (a quien dedico este artículo) y -tengo que decirlo- acompañado por dos de sus nietas que también participaban en la conversación, se interesaba por un premio tan importante que al menos él no había visto en ningún periódico español. Uno de sus elementos de reflexión se refería a la importancia que pueden tener los premios -especialmente los que tienen una dotación económica significativa- para, reconociendo la labor de una persona o grupo de ellas, polarizar la atención de la sociedad hacia objetivos que le ayudan en su propia superación. Como los tiempos que corren en España, pienso que no andamos sobrados de informaciones que tengan cierta trascendencia, cambio el estilo y la extensión tradicional del editorial para dar cabida a esta noticia.                                                                                             

En la edición de los premios Templeton correspondientes a 2010 el ganador ha sido -por primera vez-  un español, Francisco J. Ayala. Este científico que nació en Madrid en 1934 ha recibido con los máximos honores este premio en reconocimiento por su importante contribución al estudio de la genética y de la biología molecular.

Mutatis mutandi, como nuestra presidenta recogió el pasado día 28 de junio el Premio a la Excelencia Europea que en su décima edición entregó la presidenta de la Comunidad de Madrid, dedicaré esta editorial a explicar resumidamente los méritos que acompañan al profesor Ayala, pues en otra perspectiva menos científica pero más tangible a corto plazo, la página de Secot recoge los de nuestra organización.

Francisco J. Ayala nació en Madrid en 1934. Desde sus primeros años de estudio en España mostró un profundo interés por la ciencia de tal modo que en 1960, sin apenas conocimiento de inglés, emigró a Nueva York para obtener el doctorado en la Universidad de Columbia. Su tesis doctoral versó sobre la dependencia de las tasas evolutivas de las especies con su variación genética. Durante la segunda mitad del Siglo XX, el profesor Ayala, ya definitivamente establecido en EE.UU., se constituyó como uno de los pioneros de la investigación genética del mundo. Entre otros, sus descubrimientos incluyen la solución a la enfermedad de Chagas que afecta especialmente en los trópicos. Este descubrimiento le condujo a otros relacionados con la invención de las vacunas para remediar las enfermedades causadas por los parásitos que dan origen a la malaria. Hace tres años, él y el equipo que dirige en la Universidad de Irvin en California establecieron cómo la malaria se transmitió de los chimpancés a los humanos hace aproximadamente 6.000 años. En enero de este año publicó un importante papel que demuestra cómo los gorilas y los chimpancés pueden servir actualmente para albergar a los parásitos que causan la malaria humana por lo que incluso si se desarrollase una vacuna adecuada los humanos seguiríamos siendo vulnerables a volver a ser infectados.
 
Ayala ha investigado -e impartido clases- no sólo en biología sino también en filosofía, lógica y filosofía de la biología, especialidad de la que él es pionero. Este amplio rango de investigación científica le ha llevado a lo largo de su amplia carrera a presidir un comité durante la administración Clinton cuyo trabajo consistió en relacionar la ciencia, la evolución y el creacionismo. En 2007, Ayala escribió el libro -El Regalo de Darwin a la Ciencia y a la Religión- que argumenta con mucha solidez sobre la complementariedad entre las teorías evolucionistas y las creacionistas que impregnan hasta puntos que no todos podemos imaginar el pensamiento de la sociedad actual. En el verano de 2010 está escribiendo el libro "¿Soy un mono? Seis grandes preguntas acerca de la evolución" que será publicado el próximo mes de octubre.                             

Entre sus muchos trabajos, desde 1994 preside el Comité Asesor de la Casa Blanca sobre Ciencia y Tecnología que entre otros "papers" produjo en 1996 un importante documento titulado "Dialogo sobre la Ciencia, la Ética y la Religión". Desde 1981 que asesoró a la Corte Federal del Estado de Arkansas en su investigación sobre la conveniencia de suprimir la ley de dicho Estado que obligaba a colegios y universidades a aceptar el creacionismo como teoría básica subyacente en las enseñanzas del sistema público educativo, ha realizado muchas y profundas argumentaciones en la disputa que inician los seguidores de Darwin entre la ciencia y la religión. Aunque en sus trabajos no hemos encontrado ninguna relación con lo expuesto en la encíclica Fides et Ratio escrita por nuestro actual Papa cuando todavía no ocupaba esta posición, es interesante conocer los comentarios de Ayala sobre los peligros de la intromisión de la religión en la ciencia y viceversa. Ayala exige respeto por los papeles -que para el deben de estar separados- entre la Fe y la Ciencia. Las respuestas a sus preguntas sobre si el conocimiento científico es contradictorio con la Fe y la posible moralidad de la evolución biológica, arrojan una luz ilusionante sobre estas materias y a juicio de Ayala, son poderosos motores que permiten el avance del conocimiento humano.