Promoción económica y creación de empleo
Durante la fiebre del ladrillo las políticas de promoción económica se centraron en los fastos y las grandes infraestructuras orientadas a los sectores intensivos en conocimiento. Las empresas tecnológicas, las renovables y el impulso a la I D ocupaban los esfuerzos públicos a todos los niveles. Resulta fácil criticarlo ahora pero más allá de las grandes obras sin contenido quizás tenía sentido que fuese así. La construcción y el consumo a crédito habían disparado la población activa hasta superar los veinte millones de ocupados y el paro era prácticamente inexistente. Debía parecer evidente que había que concentrar esfuerzos en sofisticar la economía fomentando la creación empleo en actividades de alto valor añadido.
Pero ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma. A primera vista puede parecer que la economía no funciona pero la realidad es algo más compleja. La economía se ha roto y la sociedad podría seguirla en breve. La industria exportadora, los sectores avanzados, el turismo y algunas grandes multinacionales salidas de las privatizaciones mantienen tasas de actividad altas mientras el resto de la economía se encuentra entre el letargo y los espasmos. El fin de la burbuja, la tensión en las finanzas públicas y la caída del consumo han llevado el paro hasta el umbral de los cinco millones.
El panorama ha cambiado radicalmente en poco tiempo y las políticas de promoción económica también deberán hacerlo. El grueso de los parados carece de la formación y la experiencia necesarias para poder optar a la mayoría de los empleos que se crean en estos momentos. La formación y el reciclaje permitirán la recolocación de algunos pero quedarán fuera del alcance de muchos. No hay salida visible para buena parte de los desempleados. El reto más importante es ahora la creación de ocupación pero no de cualquier tipo. Resulta indispensable que aparezcan nuevos puestos de trabajo que sean accesibles para esa mayoría de parados. La multitud sin cualificación que había podido ganarse la vida gracias a la construcción, la industria y el consumo y que tiene ahora pocas opciones de futuro.
El fomento de nuevas actividades intensivas en mano de obra será una de las claves en un camino de recuperación económica que sigue mostrándose borroso. El mercado acabará por encajar las piezas creando empleo en sectores que todavía no conocemos pero puede que el proceso se prolongue demasiado. Hasta entonces será necesario encontrar una solución al paro galopante que pone en jaque el conjunto del equilibrio social. Hay que avanzar en muchas direcciones a la vez. No faltan ideas. Consolidar el proceso de devaluación interna que debe permitir recuperar la competitividad internacional en industrias que hoy por hoy siguen fuera de juego. Transformar sectores como el de la construcción hacía la rehabilitación ecológica de edificios ya existentes con nuevas instalaciones de agua y energía más eficientes. Impulsar la construcción de centrales de biomasa que impulsen el aprovechamiento de los bosques y animen la silvicultura. Permitir una mayor flexibilización de la contratación a tiempo parcial e incorporar la criticada fórmula de los minijobs alemanes. Fomentar el retorno a la agricultura en aquellas regiones que habían abandonado el campo. Apostar por las exenciones fiscales y el apoyo público a las actividades que, en el umbral de la rentabilidad, cuentan con ese potencial generador de empleo. Estimular la creación de nuevos servicios centrados en la asistencia y la calidad de vida y mil y una ideas más. Vamos.