Volveremos a crecer pero…
A finales del siglo pasado, cuando nuestra demografía languidecía, la inmigración propició una recuperación tan inesperada como necesaria. Gracias a los inmigrantes la población creció de 40,5 millones en 2000 a 45 en 2007. Las madres extranjeras alumbraron el 20% de los 490.000 nacimientos en 2008 y contribuyeron a la mejora de la fecundidad, al aumento de los matrimonios y a la reducción del envejecimiento. Después vino la crisis, provocando un retroceso de la población que duró hasta el año pasado. Pero los datos de 2017 certifican una recuperación del crecimiento debido otra vez a un saldo migratorio favorable. A lo largo del 2016 la población aumentó en casi 90.000 habitantes, una cifra prácticamente igual al balance migratorio positivo que fue de 89.000 personas. Como en otros países europeos, la inmigración es un factor fundamental de nuestra trayectoria demográfica reciente ya que el crecimiento interno (balance entre nacimientos y defunciones) o da valores favorables pequeños o, como en la actualidad, saldos negativos. Y cuando hablo de inmigración, me refiero a la protagonizada por extranjeros ya que la de españoles sigue dando más salidas que entradas, pese a que el saldo va siendo menos adverso.
Los datos de un año son simplemente un anuncio de un posible cambio de tendencia. Habrá que esperar a ver si se consolida y si al balance favorable de extranjeros se suma el de españoles. Ambas cosas son posibles y la combinación de los dos saldos puede mejorar aún el crecimiento de nuestra población. Pero nuestra demografía sigue delicada. La natalidad no cesa de disminuir y el envejecimiento de aumentar. El mercado laboral, las pensiones, la sanidad o la dependencia van a tener un escenario distinto y difícil sobre el que son necesarias acciones urgentes. El crecimiento demográfico es una buena noticia y que vuelvan los inmigrantes, un claro síntoma de la recuperación de nuestra economía. Pero eso no deben enmascarar la seriedad de los asuntos que tenemos entre manos y ser una excusa para no actuar con políticas de reactivación del crecimiento interno.